El cuidado continuo de una persona dependiente afecta en el desarrollo de la vida cotidiana del cuidador. Además de ver que su tiempo libre, las actividades de ocio, y las relaciones sociales van desapareciendo, se agregan las dificultades de la vida familiar y, en algunos casos laborales, aparte de ver alterada su propia salud: problemas de salud física, emocional y psicológica. En una reciente investigación encontraron que el 51% de los cuidadores de personas dependientes padecían insomnio, el 40% estaba clínicamente estresados, el 32% se sentía cansado, el 11% deprimido y el 85% afirmaba que el carácter le había cambiado. En general, la investigación encontró sentimientos de frustración, soledad, culpa, dolor e incluso ira en los adultos cuidadores.
También es frecuente que el propio cuidador niegue que esté afectado por su desempeño del rol. Niegan que los síntomas que padecen sean por el hecho de cuidar a su familiar, les cuesta aceptarlo.
Sin embargo, el cuidado de la generación anterior también reporta satisfacciones y respeto hacia uno mismo por tener la sensación de estar haciendo lo que se debe, o lo que es justo con la persona mayor. Cuidar a los mayores puede ser una tarea reconfortante y producir cambios positivos en la personalidad de los cuidadores.